• marzo 19, 2024

La madre que recuperó objetos de su hijo caído en Malvinas

Rescatar sus pertenencias me hizo pensar que lo tuve de nuevo conmigo”, reflexionó María del Carmen, mamá de Elbio Eduardo Araujo Penón, en diálogo con Crónica. El recuerdo del último abrazo.

María del Carmen Penón viajó por primera vez a Malvinas en el año 1991, visitó Darwin, y mientras caminaba por el cementerio decidió “adoptar” y rendirle homenaje a una tumba, como si su hijo, Elbio Eduardo Araujo Penón, estuviera enterrado allí.

Lo que nunca imaginaría es que, solo en una coincidencia o cosa del destino, se enteró hace un año que la tumba real donde descansa Eduardito, como lo llaman en la familia, se encuentra ubicada a cuatro fosas de la que ella había elegido hace 27 años. Finalmente tuvo la oportunidad de volver a viajar y llorarlo en su lápida con su nombre.

Carmen se asombró al encontrarse en una de las oficinas del Archivo Nacional de la Memoria con las pertenencias de su hijo que yacieron dentro de una fosa por 35 años.

“Había caído una bomba de pleno en su trinchera por lo que siempre pensamos que no había quedado nada de él”, rememora Carmen ante Crónica.

Entre sus objetos personales se encontraba una estampita con la imagen de la virgen de la Merced, una pulsera de soga y plata, páginas de una biblia ya amarilla y rota, una libreta del Ejército, una cédula de conducir y un comprobante del pago de la cuota de una escuela. Darle valor a las cosas no por lo que valen, sino por lo que significan.

Y para esta mamá “recuperarlas me hizo pensar que lo tuve de nuevo, volvió a nacer conmigo”, admitió.

A Elbio, nacido en Entre Ríos pero criado en Buenos Aires, le tocó hacer el servicio militar en el Regimiento número 7 de La Plata. Como un niño contento descubriendo nuevas experiencias y aprendizajes, él estaba muy cautivado con el servicio y se interiorizaba cada vez más con los valores que siempre lo caracterizaron.

“El iba y venía contento con las maniobras que le enseñaban. Algunas veces volvía a casa con las manos llenas de espinas de cardos y yo, con una pinza, se las sacaba una por una. Nunca renegaba, estaba contento de aprender y entender todo lo que era patria para él”, dice Penón.

“Me tengo que ir mamá, están llamando a mis compañeros y la patria me necesita”, aseguraba insistente y entusiasmado Eduardito con sus 19 años. Mientras que María, calmando los ánimos en su rol de madre, le repetía: “Esperá, ya te van a llamar”.

Finalmente lo convocaron y el día 11 de abril de 1982 fue protagonista del último abrazo entre María del Carmen y Eduardo. “Mientras se iban, sacó su cuerpo por la ventanilla al grito de ‘volveremos'”, y así recuerda la última imagen de su hijo en vida.

Era el mes de mayo y Araujo enviaba cartas comentando a su familia que para él “no iba a pasar nada”. Nunca les llegó una queja, al contrario, decían “estén tranquilos que el soldado Araujo monta guardia por la Argentina”.

En esas cartas el soldado mencionaba que extrañaba a su familia y pedía perdón por su letra desprolija, ya que tenía que escribir a la luz de los fósforos en su trinchera.

Los Araujo se encontraron con otros héroes que se cruzaron en el camino del joven, y ellos insisten que si había algo que lo caracterizaba, era su alegría y capacidad para levantar el ánimo a sus compañeros.

Son las estrofas de la célebre canción “Colina de la Vida” de León Gieco, que el soldado cantaba con el acompañamiento de una guitarra o simplemente una lata de dulce de batata.

“Siempre estuvo con el ánimo alto y dentro de todo, es el orgullo lo que me llena ante el dolor que uno puede sentir”, indica María del Carmen.

Al momento de preguntarle a ella sobre su recuerdo de Malvinas, señala que “es hermoso, para mí tiene un significado muy grande. Por eso ellos estan ahí y queremos que allí se queden. Malvinas para mí siempre fue Eduardo y Eduardo será siempre Malvinas.

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