Tandil un lugar para que los porteños se relajen

Las vacaciones son para relajar, uno busca tranquilidad, naturaleza y encontrarse asimismo para luego volver descansado a su lugar de
origen.

Si uno cierra los ojos, puede encontrarse en uno de los plegamientos más antiguos de América, contemplando un atardecer, recorriendo caminos inhóspitos o bebiendo una cerveza artesanal en algunos de los tantos bares que la ciudad ofrece.

Pero el lugar también contempla el encuentro con la familia como una posibilidad de cuatro días ideales para vivir experiencias únicas en los parques aéreos y espacios de recreación destinados a los más pequeños.

Todo sin resignar calidad y alternativas de precios.

Tandil tiene esa magia que conjuga la oferta de las grandes urbes al
mismo tiempo que el ritmo de una ciudad pequeña.

La propuesta gastronómica es muy amplia, famosos restaurantes, locales más pequeños, modernos o antiguos, lugares de comidas rápidas y más.

De pronto, los predilectos del visitante son los bares alrededor del
lago, que invitan a disfrutar de los paisajes mientras se degusta una
torta con café, o simplemente un refresco a la luz de la luna.

Los restó son las joyas bonitas de la ciudad serrana y tienen diferentes estilos y propuestas para elegir, desde una cocina gourmet, platos de autor, parrillas tradicionales, pizzerías e incluso restaurantes a puertas cerradas para los cuales primero hay que descubrir y luego reservar.

Si uno es amante de los pescados y los risottos a pocas cuadras del centro hay muchas tentaciones y, si prefiere alejarse de la ciudad, es posible elegir entre varios restaurantes ubicados sobre la Avenida Don Bosco, que al igual que los que ocupan la vera del Lago del Fuerte, se destacan por sus platos de autor y su refinada pastelería.

No faltan los bodegones con sus porciones generosas de comida tradicional y buen asado, las casonas de picadas, las cervecerías o hamburgueserías.

Tampoco falta el muy de moda brunch del domingo. Picotear en Tandil es un capítulo aparte con el salame con denominación de origen y algunos de los mejores quesos del país, la localidad es un festival de fiambrerías, casas donde degustar algunas de las mejores picadas del país y, hoy, sus marcas son algunos de los mejores regalos artesanales que podemos llevar a casa tras las vacaciones.

Venir a Tandil es regalarse cuatro días diferentes de caminatas, actividades deportivas, adrenalina en los parques aéreos, recorridas por pueblos rurales y almacenes de campo dónde la paz está a disposición a cada minuto. Pero también es encontrarse con una ciudad en crecimiento, con ritmos de siesta y costumbres hogareñas.

Si por la tarde tiene ganas de recorrer los parques y sus atracciones naturales todos los puntos de la ciudad tienen uno y de muy fácil acceso: el Parque del Origen es un lugar mágico para niños dónde los dinosaurios superan los diez metros de altura.

El Parque Independencia, uno de los pulmones verdes de Tandil, lo invita a elegir si quiere hacer un picnic, una caminata hasta el Castillo Morisco, observar las sierras o simplemente tener la vista al lago.

El Parque del Bicentenario convoca a un encuentro con la naturaleza y el deporte, ya que tiene un destacado circuito aeróbico con una vista increíble que desemboca en el lago, el cual ofrece la posibilidad de desconectarse o a meditar en algunos de sus tantos bancos de descanso.

Con sus cinco hectáreas de árboles, El Paseo de los Españoles se destaca por el viejo puente de hierro y madera, que antiguamente conectaba con el paseo de la Isla del Lago.

Su máxima atracción es el laberinto, el cual presenta 5 esculturas de piedra
donadas por artistas locales, las cuales están ubicadas en cada punto
cardinal.

El Cerrito, por mencionar uno más, es un afloramiento rocoso que por expansión y crecimiento demográfico de la ciudad quedó enclavado
dentro de ella.

Desde su cumbre se pueden observar -mientras se toma unos mates- los mejores atardeceres tandilenses pero en pleno centro. Tandil está a un paso, atrévase a conocerlo y volver por más.

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